sábado, 10 de julio de 2010

Derechos Humanos: No permitir su reduccionismo

El Gobierno de Brasil viene sufriendo mas o menos los mismos embates que los gobiernos argentino, ecuatoriano o boliviano. Fueron los compañeros brasileros quienes crearon la sigla PIG por Partido da Impresa Golpista (Partido de la Prensa Golpista). Hace pocos días, cansados de la utilización de la selección de Brasil y de Dunga para criticar al gobierno (hasta en eso se nos parecen) blogueros y twitteros brasileros lanzaron la campaña "Um día sem Globo".

También es el compañero Lula el que denuncia el ecofascismo disfrazado de preocupación ambiental al revelar como se lo manipuló para oponerse a la represa de Itaipu diciéndole que iba a inundar Argentina, y como, con la excusa de que la Amazonia es "el pulmón  del mundo", intereses foráneos quieren meter baza en lo que es un asunto regional.
Brasil también viene sufriendo una campaña de banalización de los derechos humanos reducidos a "derechos para los delincuentes". Sobre eso habla este articulo de los abogados profesores Fernando Rizzolo y Eduardo Bittar. La traducción es propia.

Derechos Humanos y el discurso reduccionista 
  Por: Fernando Rizzolo y C. Eduardo B. Bittar

Uno de los pasajes que mas llaman la atención al leer el famoso libro titulado Mein Kampf de Hitler es en el que habla de las tácticas utilizadas en la propaganda nazi. Se podría decir que todo se resume en desacreditar la ideología del adversario, reduciéndolo a la nada y se basa en este reduccionismo, para atacarlo políticamente. Muchas causas nobles han sufrido este tipo de ataque ofensivo y reduccionista, pero tal vez lo que ha sido mas atacado, especialmente en Brasil, ha sido la causa de los derechos humanos.

Si se traza una ruta de este noble concepto que recorre toda la Constitución de 1988, se observa que la noción de los derechos humanos fue en gran medida manipulada por el régimen militar y con el apoyo de sectores de la sociedad, escamotearon el eje esencial humanista que tienen los derechos humanos y utilizando los medios de comunicación lo redujeron a algo que, en teoría, benefició solamente a delincuentes, cuando en realidad de lo que se trataba era de inculcar en la sociedad los principios más nobles de
la dignidad humana.

Esta dicotomía, estos discursos que se oponen entre si, apenas si cambian las estructuras discursivas, pero la realidad es que el gran tema de los "derechos humanos" todavía es causa de crispación en los que, durante años, ignoraron a la masa de abandonados y sumergidos en la miseria y la desesperación.

Esta distorsión aún no se ha logrado revertir plenamente. Se puede oír hoy a personas que repiten la misma lectura, se puede ver programas de televisión que inoculan este tipo de mensaje subliminal en la mente popular, y
hay voces que dicen que sienten "nostalgia de la época de la dictadura" durante la cual había orden y desarrollo (aunque sea falso), y que la culpa de la inestabilidad social es de la democracia y los derechos humanos.

El mensaje de sensibilización, formación de la opinión y la lucha por la aprobación de una política de derechos humanos sólo se hará en la plenitud de la democracia, en la percepción de la importancia de la cuestión y en la observación sutil de la vieja táctica narrada en el libro que trajo la modernidad a su mayor tragedia.

La restricción de la plena vigencia de los derechos humanos sigue presente sino podemos permear el egoísmo de muchos, sin duda inspirado en su juventud por lo peor de la humanidad, especialmente en términos ideológicos y literarios.

Superar el reduccionismo es de fundamental importancia para la ciudadanía y la libertad.  
Una visión más contemporánea sobre el tema debe tratar de despertarnos a una conciencia del tiempo en el que no hay libertad para mí, sin la misma libertad para otros, y en ella están incluidas las preocupaciones medioambientales, educativas, sociales y laborales, que son los grandes temas de los derechos humanos. Una sociedad correcta, equitativa, distributiva y la solidaridad es un gran avance para todos sin distinción. 

San Pablo, 09 de julio 2010.

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